martes, 3 de agosto de 2010

La gente cambia o madura con e tiempo.

No era un bella historia, era simplemente sorprendente. En dos meses NADA nos había destruido a pesar de tener mil formas pero llegó el momento, la parte triste del cuento: la protagonista aguardaba cada noche llorando a su príncipe azul que como cada atardecer llegaba tarde a su cita.
El pecho aún me forma canales de sangre al recordar cada lágrima que salió y sin quererlo aún sale de estos mis ojos.
Angustia insuperable, dolor agobiante, presión que me hacía enloquecer y aún peor: LA ESPERA.
El esperarte sabiendo que ella u otra te estarían rodeando de sus sucios brazos era mi enfermedad, el comprender que ya no eras mio era mi condena y el ver como te burlabas de mi bondad en mi cara era una simple pesadilla. Y lo reconozco, no quería entrar en razón. Eras mi Typhus, mi niño, la persona por la que lo había abandonado todo, el que tanto me había enseñado. Era una niña, amor... Una niñata que te quería como nunca antes había sabido querer, contigo era distinto.
Nunca entendí porque soñaba con un beso tuyo cada noche durante aquellos terribles cinco meses hasta ahora: mi mente no se dejaba engañar y mi corazón estaba débil, para poder vivir cada día me abrazaba a mis recuerdos cada noche. Puedo sonar estúpido pero en aquel mes en reposo en casa solo pensaba en ti mientras que tú estabas ya tan lejos de mi a cada segundo que hasta me costaba verte en sueños.
Y pasó el tiempo, entre llantos y más angustia.
Un corazón roto que no se arreglaba con ningún tipo de consuelo. Aquel dolor que me provocara con su malicia y sus ganas de conseguir algo imposible hacían de mi un soplo frío entre la calidez que desprendían vuestros cuerpos al veros. Date cuenta de mi impotencia al entender que ya te había conseguido y que yo estaba en la otra punta de la batalla moribunda y con pocas ganas de seguir luchando y te fuiste.
Me consolaba con mi almohada y una leve depresión adolescente que pasa por todos. Nada era capaz de hacerme sonreír salvo los recuerdos de tantos besos que me habían dejado tan ciega. Era feliz acordándome de tu sonrisa, de tus labios... De esos ojos en los que con total confianza deposité mi niñez y rápido me la quitaste.
Pero al final la obligación a hacer vida pudo con mis ganas de tenerte.
Y tuve que seguir apoyándome, como no, en el "odio" y "rencor" que te guardaba.
Cada vez que me hablabas necesitaba echarte en cara todo lo que me comía cada día por no gritárselo al mundo entero y poderme desahogar arrancándole la cabeza y obligándote a verlo.
Mi tranquilidad era confiar en que algún día tú sufrirías más que yo. MUCHO MÁS y siempre confié en ellos y en la frase que convertí en mi lema después del 9 de febrero de este año :"La vida nos pone a cada uno en su lugar".
Pero volviste a hablar, una y otra vez. Las cosas casi me van mal pero llegaste y me aguantaste como cualquiera haría si ven a alguien caer tan cerca.
Y después de tanto tiempo y conversando tontamente sobre los cortes de pelo decidimos quedar porqué tenías que decirme algo muy importante.
Luego recibí aquel mensaje en el que me decías que no podías para de pensar en mi y que me querías.
Aún no entiendo como ese mísero mensaje pudo rejuvenecer tantas heridas abiertas en este mi corazón. Pero lo curaste.
Nos vimos aquel día 8 de febrero de este año, mi instinto me pudo y volví a tocar esos labios por los que supe esperar 10 meses.
Llegó el día nueve y como no tu impaciencia.
No pude evitar decir que si y 6 meses más tarde, vida mia, nos quedan 3 días para hacer un año.

Te ama con todas sus ganas:

Paula.

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